Si estás leyendo esto es porque dejé de ser un perfeccionista
El perfeccionismo no es cool, dejemos de pretender que sí lo es

Hace dos años me costaba un montón empezar y terminar las cosas, no porque no supiera cómo hacerlas, sino porque tenía la no-brillante idea de que todo debía ser perfecto o no iba a servir para nada.
Siempre pensé que trabajar con esa lógica me iba a llevar lejos, pero la verdad es que fue lo contrario, me empecé a quedar atrás mientras veía que otros se adelantaban.
Por suerte, existe el internet y empecé a exponerme a ideas que redefinieron el perfeccionismo para mí. Pasó de ser una virtud a ser una plaga (quizá no con tanto drama, pero sé que me entiendes).
Ahora ser perfeccionista para mí no tiene ningún sentido.
Imagina que alguien se levanta cada día con ganas de hacer algo, pero en lugar de empezar, se pasa cada minuto del día pensando en cómo hacerlo perfectamente al primer intento, y cuando se da cuenta, ya ha pasado el día y no hizo nada de lo que quería.
Todos hemos pasado por eso. Intentando ser perfectos en algo que nunca hemos hecho antes. Frustrándonos porque lo que hacemos no se parece a lo que pueden hacer las personas que tienen años de práctica.
Qué vida tan diferente podemos tener si dejáramos atrás toda esta mierda del perfeccionismo, ¿no crees?
Uno puede pensar que el perfeccionismo no es más que una disposición a hacer algo con un alto nivel de calidad, y cuando lo vemos en la teoría no parece algo perjudicial, pero en la práctica no es tan así.
Todo se empieza a ir al carajo cuando esa disposición para hacer un trabajo de calidad se interpone en el camino de hacer algo realmente.
Es una cuestión de expectativas
Creo que el perfeccionismo está arraigado en lo más profundo de nuestro cerebro debido a las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos.
Estamos tan acostumbrados a ver a gente como nosotros pasándoselo bien en las redes sociales, o exponiendo sus talentos o viajando por el mundo; y en lugar de sentirnos inspirados, nos ponemos celosos en secreto.
Muchos (yo era uno de esos) nos proponemos rompernos el lomo trabajando para alcanzar una vida o habilidades similares a las que vemos en las redes sociales de otra gente.
Y entonces lo que ocurre es que, cuando queremos hacer algo, esperamos obtener los resultados que obtendrían esas personas sin ni siquiera tomarnos un minuto para considerar cuánto han tenido que pasar ellos para llegar al lugar en el que están.
¿Qué hicieron para llegar allí? ¿Cuánto tiempo lo intentaron sin ver ningún resultado? ¿Por qué no se detuvieron durante los momentos difíciles?
Apuesto a que Gary Vee no esperaba convertirse en uno de los seres humanos más influyentes de nuestra generación cuando empezó a subir vídeos a YouTube hablando de los vinos que vendía en la licorería de su padre.
¿Te imaginas un mundo en el Gary hubiese dejado de subir videos porque no conseguía suficientes seguidores con sus primeros 100 intentos?
Tenemos que replantearnos nuestras expectativas sobre nosotros mismos si queremos escapar del agujero negro del perfeccionismo.
Vale, lo entiendo, está muy bien todo eso pero, ¿cómo dejamos de esperar que las cosas sean perfectas desde el principio? La respuesta me va a hacer sonar como un escritor de libros de autoayuda, pero prometo que tendrá sentido al final.
Poner la generosidad por encima del perfeccionismo
Sé que suena a mierda de Paulo Coelho, pero puedo explicarlo.
La mayoría de las veces, pensamos en las cosas que queremos hacer como transacciones:
Voy a hacer algo.
Al hacerlo, obtendré a cambio algo que espero que sea equivalente.
Si quiero obtener cosas asombrosas a cambio, debo hacer algo asombroso desde el principio.
Quiero obtener cosas asombrosas a cambio de lo que haga desde el principio.
Tiene sentido, ¿verdad? Pero por muy lógico que sea esta forma de actuar, siempre termina llevándote a un terreno en el que se hace muy difícil hacer cualquier cosa, porque tenemos que ser asombrosos en algo que nunca hemos intentado antes.
Por suerte, hay otra forma de pensar en las cosas que queremos hacer. En lugar de pensar en todo como una transacción, imagínatelo como un acto de generosidad contigo mismo o con los demás. Así:
Voy a hacer algo.
Al hacerlo, me ayudaré a mí mismo o a otros a conseguir X.
Puede que llegue a ser muy bueno en ello y empiece a ganarme la vida con ello.
¿Viste lo que hice ahí? La "recompensa" es lo último que viene a tu mente cuando la generosidad impulsa tus esfuerzos, y la idea es aprovechar ese truco mental para poner en marcha tu nueva afición, negocio, blog, lo que sea.
Hacer ese cambio en tu lógica hace que te resulte más fácil empezar a hacer algo en lugar de preocuparte por alcanzar la perfección en tu primer intento.
Pero ese cambio en tu lógica todavía necesita un refuerzo para funcionar: sustituir el perfeccionismo con confianza.
La confianza, la hermana cool del perfeccionismo
Ahora que tienes un punto de partida, hablemos de lo que viene después.
Tener una mentalidad generosa está bien y todo eso, pero todavía es cierto que queremos volvernos muy buenos en lo que hacemos. Es ahí donde entender bien en qué consiste tener confianza se vuelve muy últil.
La confianza es básicamente reconocer tus habilidades actuales y mezclar eso con una actitud tolerante al riesgo. Y, a diferencia de lo que mucha gente piensa, es bastante fácil de desarrollar.
Hay muchas formas de trabajar tu confianza, pero mi favorita viene de Chris Do y The Futur, y a falta de un nombre mejor (y porque me encantan los triángulos), vamos a llamarla el "triángulo de la confianza".

La imagen se explica por sí misma. Cuanto más haces algo, más expuesto te vuelves y eso te hace tener menos miedo cada vez.
Acá va toda la secuencia en español:
Empieza por hacer algo (recuerda, con mindset de generosidad).
Comparte lo que hiciste con quien quieras, entre más ojos vean tu trabajo, más exposición y feedback vas a ganar.
Toma el feedback (el que es valioso, claro) y modifica tu proceso para ver qué resultados obtienes.
Repite el primer paso.
No sé tú, pero a mí esto me parece mejor que no hacer nada mientras espero convertirme en un maestro en algo por osmosis o comprando cursos compulsivamente.
Y lo mejor es que con la confianza viene la expertise que todos queremos alcanzar. De verdad creo que ésta es la mejor manera de hacer algo perfecto algún día.
¿Y ahora qué?
Ahora sabes por qué "ser perfeccionista" no es útil para tu crecimiento personal y profesional, y tienes un par de atajos para superar este problema.
Ahora tienes la oportunidad de remodelar tus expectativas sobre ti mismo y tu trabajo. No hay presión, no tienes que dejar todo lo que estás haciendo y correr a cambiar tu mindset.
Simplemente deja que esto se asiente en tu mente durante un tiempo, habla de ello o compártelo con alguien que lo necesite.
Y cuando estés listo para empezar ese proyecto en el que has estado pensando mucho últimamente, házmelo saber, y tal vez podamos celebrarlo juntos vía zoom o algo así.
Hasta pronto 🙌,
Sergio